¿Como los indígenas cuidan el medio ambiente?

¿Como los indígenas cuidan el medio ambiente?

Biodiversidad autóctona

La brecha de la implementación: mucha charla, poca acción. Aunque desde 2002 los pueblos indígenas han experimentado un mayor reconocimiento de sus derechos medioambientales a nivel internacional, traducir este reconocimiento político en avances concretos a nivel nacional y local sigue siendo un gran reto. Muchas de las decisiones tomadas a nivel internacional no siempre se respetan o se aplican a nivel nacional, y las voces de los pueblos indígenas son con demasiada frecuencia marginadas, si es que se escuchan.

El cambio climático amenaza la propia existencia de los pueblos indígenas. Para muchos pueblos indígenas, el cambio climático es ya una realidad, y cada vez se dan más cuenta de que el cambio climático no es sólo un problema medioambiental, sino que tiene graves implicaciones socioeconómicas. El Banco Mundial también considera que el cambio climático puede obstaculizar la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, incluidos los relativos a la erradicación de la pobreza, la mortalidad infantil, la lucha contra la malaria y otras enfermedades, así como la sostenibilidad medioambiental. Para muchos pueblos indígenas, el cambio climático es una amenaza potencial para su propia existencia y una cuestión importante de derechos humanos y equidad.

Activismo climático indígena

Los pueblos indígenas de Australia llevaban por lo general un estilo de vida estable, guiados por los ancianos que conocían las historias y costumbres locales de los Dreaming. Antes de la invasión, los aborígenes crearon un complejo sistema de gestión de la tierra. No existían “tierras vírgenes”, sino un mosaico de zonas quemadas y repobladas.  El fuego era su mayor aliado.  Al utilizar el fuego, los aborígenes podían planificar y predecir el crecimiento de las plantas y, con ello, atraer a los animales para la caza. Convirtieron la tierra en pastizales para el “mantenimiento” de los animales, las plantas y el agua potable,(Fuente: http://www.creativespirits.info)

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Para los aborígenes, el tiempo es circular.    No tiene límites claros y está estrechamente vinculado a las asociaciones observadas del tiempo y el espacio en el que viven.    Las estaciones se consideraban un calendario natural, ya que rigen la vida humana, determinan las necesidades de las personas y controlan el suministro de alimentos naturales.Como las estaciones se consideraban un calendario natural, los calendarios variaban según el lugar.    Los calendarios de los europeos son los mismos independientemente del lugar en el que se encuentren, lo que creó muchas dificultades a los primeros europeos en Australia, por ejemplo, el pudín de ciruelas en diciembre.    La propia naturaleza proporcionaba el calendario aborigen: la aparición de flores, las estrellas y sus patrones de movimiento, la temperatura y las condiciones estacionales y la aparición y desaparición de insectos y animales.    El calendario era esencial para la supervivencia y la organización de la vida de los aborígenes.    El calendario, el número de “estaciones” que contiene y los rasgos distintivos de cada una de ellas varían mucho de una región a otra.    Si se tienen en cuenta los distintos climas de Australia -desde los trópicos del norte hasta los vastos desiertos del interior, pasando por las cordilleras nevadas del sureste-, no es de extrañar que las numerosas comunidades diferentes no sólo tuvieran lenguas y culturas distintas, sino también calendarios diferentes.(Fuente: http://www.hent.org/)

Sostenibilidad comunidades indígenas

Durante decenas de miles de años, los indígenas australianos gestionaron la tierra. Cazaban, recogían alimentos, encendían fuegos y pescaban en el océano y los ríos. El abandono de la tierra tras la colonización europea no sólo causó enormes trastornos y dificultades culturales y sociales a los aborígenes australianos, sino que también resultó un desastre para la conservación. Los problemas causados por los cambios en los regímenes de incendios se vieron agravados por la devastación causada por especies introducidas como gatos, zorros y camellos.

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En el interior de Australia se está produciendo una revolución silenciosa, lejos de la vista de la mayoría de los australianos que viven en zonas urbanas. Los indígenas australianos están volviendo a sus tierras para gestionarlas con fines de conservación y mejorar la vida de sus familias.

Estos guardabosques cuentan con el apoyo de diversas organizaciones, como The Nature Conservancy y, sobre todo, el Gobierno australiano. En lugares como Fish River Station, Martu Country y la región del río Fitzroy, los programas de guardabosques indígenas están teniendo un efecto profundamente positivo en la vida de la gente y logrando beneficios ambientales, económicos y culturales a largo plazo para las personas y el país.

Naturaleza autóctona

En una exuberante franja de bosque tropical en la costa oriental de Mindanao, la segunda isla más grande de Filipinas, se puede vislumbrar el brillante plumaje del raro martín pescador rufián o -si se tiene suerte- escuchar el estridente grito del gran águila filipina, una especie en peligro crítico.

La vida silvestre es abundante aquí, pero no porque la región haya quedado intacta en una zona protegida, o conservada por una organización medioambiental internacional. Es porque el territorio conocido como Pangasanan ha sido ocupado durante siglos por el pueblo Manobo, que desde hace tiempo depende de la tierra para cultivar, cazar y pescar, y recoger hierbas. Utilizan una serie de técnicas para conservar la tierra, desde la restricción del acceso a las zonas sagradas hasta la designación de santuarios de vida silvestre y una temporada baja de caza, debido en parte a la creencia tradicional de que la naturaleza y sus recursos están custodiados por los espíritus.

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Pangasanan es una de las muchas zonas del mundo que permanecen ecológicamente intactas gracias a las prácticas de conservación de los pueblos indígenas o las comunidades locales. Aunque estos lugares no están muy documentados por los investigadores, se estima que cubren el 21% de toda la tierra del planeta, según un nuevo informe del Consorcio ICCA, un grupo que aboga por la conservación indígena y comunitaria.