Tradiciones de al-andalus

Tradiciones de al-andalus

Tradiciones de al-andalus

Cronología de al-andalus

Musulmanes, cristianos y judíos coexistieron durante más de siete siglos en la Península Ibérica durante la época de los estados de Al-Andalus. El grado de tolerancia de los cristianos y los judíos por parte de sus gobernantes musulmanes es un tema muy discutido por los historiadores. La historia de Al-Andalus indica que los musulmanes, los cristianos y los judíos que vivían en Al-Andalus mantenían relaciones relativamente pacíficas, con la excepción de algunas revueltas dispersas y épocas de persecución religiosa. La gran cantidad de interacción cultural y social que tuvo lugar entre estos tres grupos sociales y religiosos distintos dio lugar a la creación de una cultura única y diversa que siguió floreciendo incluso después de la Reconquista.

La conquista musulmana de la Península Ibérica por parte de los omeyas supuso la unión de tres religiones diferentes y de las costumbres sociales y culturales asociadas a cada una de ellas. Este periodo se conoce como la Convivencia, que significa cultura de la convivencia. Aunque algunos historiadores cuestionan esta idea de cultura de la tolerancia, sólo se registraron algunos casos de revueltas y violencia. Esto no significa que la discriminación de los musulmanes no se produjera a nivel local. Sin embargo, las clases más educadas de los musulmanes respetaban a los cristianos y a los judíos bajo la ley islámica como dhimmis (pueblos protegidos) o “Pueblos del Libro”[1] Es importante señalar que los soldados musulmanes y bereberes que llevaron a cabo la conquista sólo formaban una pequeña minoría de la población de la Península Ibérica[2], por lo que la aparición de esta sociedad islámica única que se formó en Al-Andalus fue un proceso lento y desigual. Para entender cómo estas distintas culturas y sociedades se fusionaron en una sola, con el paso del tiempo, es importante reconocer lo que era distinto en cada una de ellas y cómo eran vistas dentro de la sociedad en general.

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Tras la conquista omeya del reino cristiano visigodo de Hispania, al-Andalus, entonces en su máxima extensión, se dividió en cinco unidades administrativas, que corresponden aproximadamente a la actual Andalucía; Portugal y Galicia; Castilla y León; Navarra, Aragón y Cataluña; y la zona del Languedoc-Rosellón de Occitania. [9] Como dominio político, constituyó sucesivamente una provincia del califato omeya, iniciado por el califa al-Walid I (711-750); el emirato de Córdoba (c. 750-929); el califato de Córdoba (929-1031); los reinos de taifas (sucesores) del califato de Córdoba (1009-1110); el imperio almorávide amazigh de Sanhaja (1085-1145); el segundo periodo de taifas (1140-1203); el califato almohade amazigh de Masmuda (1147-1238); el tercer periodo de taifas (1232-1287); y finalmente el emirato nazarí de Granada (1238-1492).

El gobierno de los reinos de taifas dio lugar a un aumento del intercambio cultural y la cooperación entre musulmanes y cristianos. Los cristianos y los judíos estaban sujetos a un impuesto especial, llamado jizya, para el Estado, que a cambio les proporcionaba autonomía interna en la práctica de su religión y les ofrecía el mismo nivel de protección por parte de los gobernantes musulmanes. Pero la jizya no era sólo un impuesto, sino también una expresión simbólica de subordinación, según el orientalista Bernard Lewis[11].

Wikipedia

¿Qué hace falta para mantener una “cultura de la tolerancia” en una sociedad marcada por auténticas diferencias? Es una pregunta fundamental para los temas que se debaten en este blog: de Kosovo a Kakheti, de Timisoara a Tesalónica. Permítanme compartir impresiones sobre un esfuerzo especialmente interesante para responderla: El libro de María Rosa Menocal El ornamento del mundo – Cómo musulmanes, judíos y cristianos crearon una cultura de la tolerancia en la España medieval.

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Menocal es una experta en el mundo multirreligioso y multilingüístico de la España medieval. Decidió escribir su libro después de impartir ponencias sobre “La Europa medieval y el auténtico multiculturalismo” y de comprobar que su investigación había producido un “tesoro de historias y personajes en su mayoría desconocidos y no escuchados”. Esto explica que su libro sea una muy buena lectura. Pero es su relevancia para los debates actuales lo que lo hace especialmente apasionante. Como se pregunta la autora:

“¿Pueden los musulmanes integrarse con éxito en las naciones europeas contemporáneas y seculares? ¿Deben los cristianos fundamentalistas exponer a sus hijos tanto a las enseñanzas de la razón como a las de la fe, tanto a las teorías evolutivas como a las verdades bíblicas? ¿Pueden coexistir en los Balcanes croatas católicos, serbios ortodoxos y bosnios musulmanes? ¿Cómo pueden coexistir la tolerancia y la intolerancia?”

Auge y caída de la españa islámica

El desarrollo de la ciencia y la cultura de la España islámica comenzó con la expansión del Islam, que a su vez difundió la lengua árabe por las tierras afroeuropeas, desde Asia Central hasta el Atlántico. A medida que un mayor número de personas comenzó a utilizar el árabe, la gente se comunicaba con mayor facilidad, lo que permitió que un mayor número de personas produjera libros y otros escritos.

Los gobiernos musulmanes establecieron centros de aprendizaje para recopilar estas obras, al igual que habían hecho los griegos, romanos y persas bajo su dominio. En estos centros también se traducían obras científicas, literarias y filosóficas.

A principios del siglo XX, la invención china del papel llegó a los países musulmanes del sudoeste asiático. De repente, hacer libros se volvió más barato y fácil. Aunque el pergamino era un buen material de escritura, se fabricaba con costosas pieles de animales. El papiro era barato, pero no muy duradero. En comparación, el papel podía fabricarse con algodón, lino y otras fibras vegetales, o incluso con trapos viejos.

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En las crecientes ciudades de las tierras musulmanas, la gente compraba, escribía y coleccionaba libros más que antes. En lugar de tener sólo unos pocos ejemplares de una obra existente, se podían producir más con mucha más facilidad. Este aumento de la producción mejoraba las posibilidades de que la obra no se perdiera en la historia.